martes, 8 de diciembre de 2015

Mi Gante / My Ghent

 
Mi Gante tiene el vestido gris y el cielo pintado de blanco
Agua que atrapa las luces y puentes sobre los que mirarlas
Un castillo y tres torres, y un dragón para custodiarlas
Mi Gante tiene una puerta azul y las paredes blancas
Una cocina de muebles rojos
Una ventana y una manzana
Mi Gante huele a café y madera vieja
A tripita de vaca y a días de lluvia
Un lugar que no era mi casa, y se convirtió en una
Gante ya no tiene ese olor, porque ya no es mi Gante
Gante es ahora de otros que un día extrañaran su Gante.
Mi Gante suena a jazz y a un limonero
Un festival de música y una canción country
Una guitarra estúpida y a la cantante Granger
Una larga lista de canciones y películas
Una larga lista de despedidas y hasta otra vez
Mi Gante sabe a chocolate, gofres, cerveza y a patatas fritas
A noches que no quieren acabar y a las que no acaban como esperas
Mi Gante sabe a sal y quema mis mejillas
Mi Gante es un cuchillo, mi Gante es una soga
Mi Gante mató a la chica que fui
Mi Gante murió acunado entre mis brazos
Mi Gante es las personas que conocí y a las que dejé
No hay un Gante al que añore en el que ellos no estén
Sin ellos, mi Gante es solo una postal
No tendría olor, ni sonido, ni sabor
No sería una cicatriz
Sobre el latido gastado de mi jardín del Edén

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My Ghent wears a grey dress and white skies
Water that catches the light and bridges where to watch it
One castle and three towers, and a dragon for their safekeeping
My Ghent has a blue door and white panels
A kitchen with red furniture
A window and an apple
My Ghent has the smell of coffee and old wood
Of a cow belly and days of rain
A place that was not home and became one
Ghent has no longer that smell, because it is no longer my Ghent
Now it belongs to others, hope they will miss their Ghent
My Ghent has the sound of jazz and a lemon tree
A music festival and a country song
One stupid guitar and Granger, the singer
One long list of songs and films
One long list of goodbyes and see you again
My Ghent tastes of chocolate, beer, fries and waffles
Nights that do not want to end or do not end as expected
My Ghent tastes of salt and burns my chicks
My Ghent is a knife and a rope around my neck
My Ghent killed the girl who I was
My Ghent died cradled in my arms
My Ghent is the people I met and the people I left
There is no Ghent I will miss if they are not there
Without them, my Ghent is just a postcard
It does not have smell, or sound, or taste
It would not be a scar
Over the old beat of my Eden Garden

jueves, 5 de noviembre de 2015

Ese momento

Ese momento en que te das cuenta de que te importa.
Ese momento en el que tiemblas: Tiene poder para hacerte daño.
Ese momento en el que sonríes: Merece la pena correr el riesgo.

domingo, 18 de enero de 2015

Cinco meses de ventaja. Viaje en el tiempo para ver a mi yo, justo antes de irse de Erasmus.

Hola,

No te asustes. Sí, ya sé que me parezco mucho a ti. Soy tú, o mejor dicho, soy lo que será de ti dentro de cinco meses.Me has llamado justo antes de acostarte, y te ha costado pegar ojo porque estás hecha un manojito de nervios. Qué carita me traes...  Mañana coges el avión y empieza tu aventura. En mi lado temporal, mañana termina. Necesitabas esta visita, nadie mejor que yo para comprender por lo que estás pasando. Sí, ya sé que hay cosas que te hubiera gustado dejar arregladas antes de marcharte, pero de alguna manera voy a tener que entretenerme yo cuando vuelva.

¿Qué si has metido todo en la maleta? Naturalmente que no. ¡Claro que te vas a dejar algo importante! ¿No te conoces? Podría decirte el qué, pero cuando te levantes no vas a acordarte de los detalles de esta conversación, solo vas a saber que estuve aquí para arroparte (no vas a saber muy bien cómo, yo tampoco entiendo muy bien cómo funcionan los viajes temporales) y decirte que no te vas a arrepentir de nada, que todo lo que has tenido que hacer para llegar hasta aquí, ha merecido la pena.

No tienes ni idea de lo que se te viene encima. Me parece que ha pasado casi un siglo, te veo tan jovencita, tan llena de dudas... Me haces mucha gracia. Vas a crecer todos los días, no te va a quedar más remedio. Al principio irás dando tumbos de un lado a otro y dándote con todo. Harás de cada grano de arena una montaña y de un malentendido una historia de terror. Aprenderás a improvisar sobre la marcha y descubrirás que se te va a dar mejor de lo que piensas.

Temes llegar y estar sola. Te aseguro que cuando entres en tu nueva habitación y cierres la puerta, lo estarás. "¿Y ahora qué?", te preguntarás. Tienes tanto miedo de no encajar en ninguna parte... y ojalá pudieras creerme cuando te digo que jamás vas a estar más acompañada. Tienes una familia que aún no conoces. Sabrán desde el primer momento que eres un perro verde y te van a querer exactamente por eso. Es curioso, aún no os conocéis y no vas a reconocerlos en seguida. Sólo serán unas caras nuevas más. Unas caras que te acompañaran cuando estés arriba y cuando estes abajo, para las que no importa la pregunta porque la respuesta es que están ahí para lo que sea. Te van a encantar. Hoy, te miro a ti, a mi yo del pasado, y lo único que puedo hacer es sentirme orgullosa. Escogerás bien, porque las decisiones que tomes te llevarán a ellos. Y serán tan fantásticos que no vas a saber qué demonios has hecho para merecerlos.  Nunca vas a ver a nadie tan empeñado en ser tu amigo. Cuídalos y aprovecha todos los ratos que estés con ellos, porque vas a tener los que vas a tener y después los vas a echar muchísimo de menos.

No puedo ahorrarte los malos momentos, porque como en todo, tiene que haberlos. Lo vas a sentir todo pero, tranquila, no te vas a arrepentir de nada. La intensidad tiene sus altibajos pero te permitirá apreciar la belleza de cada instante y cuando te toque dejarlo todo atrás, nada se habrá quedado a medias.

Vas a pasar por una de las mejores épocas de tu existencia. Vívelo todo. Llena tu historia de capítulos y embute en cada uno todas las aventuras que puedas para que cuando la muerte venga a firmar la última página, merezca la pena releer el libro.

A mí me toca aprender a decir adiós. Es la última lección que aprenderás y no va a ser fácil. Yo he tenido que venir aquí y encontrarte a ti para recordarme que todavía puede haber un montón de cosas buenas esperándome detrás de cada esquina. Solo hay que estar en el momento adecuado, en el lugar adecuado y con la compañía adecuada, pronto aprenderás a apreciar que eso es lo único que importa. No te aferres a nada porque estorba el vuelo y lo que tenga que volar contigo, te seguirá aunque no vuelvas la cabeza para comprobarlo.

Pronto sonará el despertador, no querrás perder el avión. Deja que te mire una vez más. ¿Te sientes ya más preparada? ¡Qué pregunta! Da igual lo que pienses, lo estás. Vas a enamorarte de esa ciudad. Deja que te sorprenda, deja que te deshoje sus secretos. 

No te pegues a las sábanas, tu nuevo hogar te está esperando.

martes, 16 de diciembre de 2014

Me iré


Todas las grandes aventuras comienzan con un portazo y un paso al vacío. Quien juega al tenis con las decisiones corre el riesgo de desgastar la pelota. Quien piensa poco, se hunde, pero quien piensa demasiado, no termina de embarcar nunca. 

Hoy te escribo desde lejos, sabiendo que el verbo volver se encarama despacio sobre mi espalda. Llegué con una idea preconcebida y he empezado a parirlas yo misma. Llegué con lo que tenía en la maleta y tuve que tirar la mitad porque no eran más que piedras. Llegué con un retrato en el bolsillo, una imagen de mí misma, de cómo quería ser. El destino me tomó de la mano y me vendó los ojos, resbalé, tropecé, caí, respiré; y cuando el lazo se deshizo, el retrato no era un dibujo, sino un espejo.

Me voy porque el libro continúa aunque el capítulo se acabe. Me voy y mancharé las páginas con lágrimas. Me he dejado tantas veces el corazón aquí que solo ha podido hacerse más grande. Me iré pero me quedo en los pedazos enterrados. El árbol no es de la tierra que le sostiene, sino del cielo que abarca con sus brazos.

domingo, 9 de noviembre de 2014

La golondrina

Pluma azul en mi ventana
Pluma azul deshilachada
que te dejaste, golondrina
cuando paseabas por mi casa


Golondrina, compañera,
¿cuánto hace que te escapas?
¿cuánto hace que orgullosa
tienes pupilas de escarcha?


En la fragua de mis ojos
se bordan espadas de plata
Tú que te marchas y te entregas
como ola en arrebatos
No puedes culpar al que empuña
y entonces solo queda la daga


A mí me buscaste en la noche
A mí recurriste en la niebla
A mí me encaraste al destino
cuando no pudiste darle la vuelta
Pobre farolillo encendido
al que decidiste soplarle la vela


Es un cepo y un anzuelo
la promesa de la pluma
Telaraña oxidada
Araña vieja y hambrienta


El olvido tiene al tiempo
pero el recuerdo es un abrigo
que en los días de nostalgia
quiere volar contigo

domingo, 5 de octubre de 2014

La expedición de Cuchard Carter

Han pasado dos millones de años, desde que vosotros, estúpidas sabandijas humanas desaparecisteis de la faz de la tierra junto con la mayoría los animales huesudos de vuestra calaña. Desde entonces el mundo pertenece a los artrópodos. La era Cuaternaria, el triunfo de los mamíferos, ha terminado. Ahora mandan las seis patas. Y como el sol del medio día se alza cada mañana sobre la tierra, se alza un nuevo gobierno. ¡Viva la era de las Cucarachas!
Me llamo Cuco Ratón y no me gustáis en absoluto, no dejáis de ser poco más que sacos de vísceras con el cuerpo enclenque y la cabeza demasiado grande. Criaturas vertebradas, cuatro extremidades, se dice que hasta teníais una lengua blanda, rugosa y rosa ¡Puaj, qué asco me dais! Que poco debéis de haber sabido de la fina sutileza del exoesqueleto, de ese brillo suave que producen las formas lisas y curvadas perfectamente ovaladas, de la música dulce de tres pares de pies jugueteando sobre el suelo y del poderío de dos buenas antenas. Vosotros hubierais estado tan ciegos ante la delicada belleza de Charo como una hembra de mantis religiosa ante el amor de su marido.
Charo y yo nos conocemos prácticamente desde que salimos del huevo, y yo nunca he podido evitar sus feromonas y allá donde ella arrastraba su adorable negro y redondeado abdomen, allí me dirigía yo. A ella, a gran pesar mío, le caíais algo mejor que a mí, aunque lo mejor sería decir que le levantabais las pasiones que yo era incapaz de infundir en su duro corazón. Por eso, cuando decidió estudiar paleontología en la universidad, yo la seguí.
Nunca ha estado demasiado claro si erais una civilización o no. Si erais tan listos, decidme: ¿Por qué os habéis extinguido? Claro que esa no era la opinión ni de Charo ni del extravagante, lánguido, solitario y para nada atractivo, profesor Cuchard Carter. Él, al parecer, había encontrado en un yacimiento lo que parecía un libro con ilustraciones sobre vuestra vida. Si se llegaba a probar la veracidad del hallazgo, significaría que la inteligencia también podría haberse alojado en vuestra absurda cavidad craneal.
Como os podéis imaginar el susodicho libro no había sobrevivido dos millones de años sin que el tiempo le pasara factura. Según Cuchard Carter (que estaba convencido de que erais, como poco, atlantes de una mítica, perdida y preciosa Atlántida), antes, lo que ahora nos parecían manchurrones negros, habían conformado letras que se unían en frases que contaban historias. Porque… ¡Ay santísimo señor Cuchicristo que pereciste aplastado bajo la roca y resucitaste al tercer día! Ahora no era suficiente con dotar de conciencia a los humanos, era necesario que supierais escribir. Como si vuestras ridículas y escuchimizadas neuronas mielinizadas pudieran compararse a las nuestras.
A pesar de todo, tuve que tragarme mis creencias cuando pasó de los borrones y nos mostró uno de los dibujos del libro. Ahí la tinta también se había difuminado, sin embargo aún podía apreciarse lo que parecía una cría humana enfundada en una caperuza roja. Fue pasando las páginas y las pinturas persistían. Allí estaba una hembra rodeada de siete minúsculos hombrecillos, allá un macho adornado con una pluma en la cabeza trepando por la enredadera que formaba el pelo de una ejemplar joven con una corona, aquí una mujer muy fea (hasta para ser humana) siendo empujada dentro de un horno por un par de niños en una habitación hecha de dulces. No es que esté dudando de vuestra estupidez, pero si el libro lo habíais creado vosotros, había que reconocer que al menos sabíais pintar.
La teoría de Cuchard Carter pasaba por que todas las crías humanas llevaban caperucitas rojas hasta llegar a una edad en la que la cambiaban por coronas y plumas. También decía que las hembras se dejaban el cabello largo (pelo, que cosa tan repulsiva) para utilizarlo luego a modo de ascensores y escaleras. Y para explicar el misterioso dibujo de los niños lanzando a la mujer al fuego, sostuvo que habíais inventado algún fantástico método para escapar de la tortura de las llamas, al igual que nosotros lo hacíamos con la radiación. En mi humilde opinión, aquello tenía más pinta de cuentos y fábulas, pero cerré mi boquita porque aquello hubiera sido admitir que teníais imaginación.
Charo y las demás artrópodas de mi clase no compartían conmigo la aversión hacia el profesor Carter. En palabras de ellas, y cito textualmente “Es que es tan simpático, tan elocuente, tan agradable…” o “Se ve tan mono con la pajarita anudada bajo sus maxilares”. Lo peor era cuando mi amiga me comentaba por lo bajini lo bien que le quedaban al profesor aquellos feísimos anteojos grises de cristales de culo de botella. ¡Como si a alguien le pudiera quedar bien aquella mamarrachada humana!
Pese a todo, cuando propuso a unas cuantas cucarachas de su club de fans formar parte de una expedición al bosque de las Vértebras para investigar mejor el lugar donde se había encontrado el libro, me sorprendí a mí mismo en la lista de admitidos
Comprendedme, cuando Charo me hablaba entusiasmada de vosotros, del libro que había encontrado el profesor Carter, de la posibilidad de que nos hallásemos ante un valle de los Reyes lleno de tumbas que darían al traste todas las teorías de que erais unos seres irracionales, yo asentía al oscilar de las finas y perfectas protuberancias de su cabeza, realmente no atendía a que decía sí. Por lo que al inscribirse ella, lo hizo por los dos. Ella me gustaba más de lo que no me gustáis vosotros. Tampoco es que de otra manera hubiera podido decir que no. ¡Dejar a la hermosa cucarachita de mis ensueños veinte días bajo las alas de aquel profesor! ¡Ja! Si me diera a mí una oportunidad ya veríais lo rápido que la hacía yo poner huevos.
Confesiones aparte, he de reconocer que la mera idea de pasarme casi un mes escuchando sin parar desvaríos y cantinelas varias sobre vosotros, nauseabundos animales, no me traía en absoluto. Pero si Charo iba con sus antenitas de ébano, yo no pensaba dejarla sola.
De modo que allí me vi, en el bosque de las Vértebras que más que vergel era un páramo, y lo que no tenía de verde, lo tenía de arena. Seguro que ninguno de los locos que me acompañaban se había parado a pensar lo malo que resulta aquel ambiente tan seco a nuestra piel de quitina. Ellos solo pensaban en el descubrimiento del siglo y en cavar no con palas sino con cepillitos de maxilares para no dañar las muestras, así sí que íbamos a ir rápido.
Probablemente debido a que yo era el que menos interés tenía en la excavación y por tanto el menos cuidadoso levantando piedras, fui yo el que se topó de bruces con aquella trampilla. Era de metal, con una argolla oxidada y la superficie se plegaba en zigzag, y debajo abría sus fauces una escalera. Charo que estaba a mi lado aplaudió entusiasmada.
-¡Oh, Cuco, esto es tan excitante! ¡Has encontrado una entrada secreta! ¡Santa Isabelaracha! ¡Hay que avisar a Cuchard inmediatamente!
A mí lo único que me excitaba eran aquellos pantaloncitos tan ajustados que dejaban ver más de los que debieran sus cuatro patas traseras. En el fondo, ella también estaba enamorada de mí, solo que no se daba cuenta.
Mientras Charo le explicaba entusiasmada mi curioso hallazgo al profesor, este daba palmaditas con sus patas delanteras soltando cada dos por tres un “maravilloso, maravilloso” Si me dieran a elegir entre él y vosotros, creedme cuando os digo que sería la única ocasión en que os preferiría a vosotros.
Y como no podía ser de otra manera, Cuchard Carter decidió que como premio por haber encontrado la trampilla, Charo, yo y él seríamos quienes bajaríamos por la abertura. Que conste que yo no quería, seguro que después de dos millones de años aquello seguía oliendo a mamífero, pero dejar a aquellos dos entrar en un rincón desconocido y sin luz, ¡antes cucaracho muerto!
Charo entró la primera con la linterna, le siguió Cuchard con una libreta y boli, y detrás fui yo con la cámara. El resto de la expedición nos esperó fuera.
Antes de terminar la escalera me llegaron los gritos de júbilo del profesor y mi amiga. Yo no pude evitar también gritar, pero el mío fue más bien un chillido de pánico, porque allí junto a la pared un espécimen de los vuestros, putrefacto, me miraba desde sus cuencas vacías de cadáver.
-Esto es maravilloso, maravilloso, ¿verdad, Cuco? ¡Venga, ponte a hacer fotos!-me ordenó el profesor.
Mientras yo fotografiaba la estancia y al fosilizado Homo sapiens, Cuchard y Charo se entretuvieron examinando las estanterías de aquel espacio subterráneo. En las baldas había cacharros varios y algún que otro libro para el “maravilloso, maravilloso” del profesor.
-¡Cuco!-me llamó Charo!-¡No te lo vas a creer! Tienen imágenes de nosotros, este hombre debía de ser adivino. ¡Los humanos ya debían de saber que después de ellos el mundo sería gobernado por la cucarachas!-dijo sosteniendo contra mis ojos la portada de un libro en el que aparecía un ejemplar de nuestra especie.
Cuchard daba saltitos de alegría.
-Sí, esto no solo demuestra que eran una civilización sino que también eran profetas. ¡Oh, como hubiera deseado mantener una conversación con solo uno de ellos! Yo creo que nos cuidaban y nos mimaban sabiendo lo que algún día seríamos después. ¡Esto lo demuestra! ¡Escribían libros e historias sobre nosotras!
-¡Y mirad lo que he encontrado!-contestó Charo-¡Hasta hacías perfumes para nosotras!-pronunció mientras pulsaba el botón de un espray con una caricatura nuestra como eslogan.
Cuchard y Charo salieron de la tumba detrás de mí. Yo no quería entretenerme más allá dentro, el aroma del chisme olía fatal.
Vi desmayarse al profesor Carter y a mi enamorada antes de que un súbito escalofrío me dejara tendido en el suelo panza arriba sobre mi caparazón. Aún así tuve tiempo de blasfemar contra vosotros y en sentirlo por Charo y por mí, que ya nunca más podríamos ponernos a fabricar cucarachitos.

A la mañana siguiente, nuestras trágicas y misteriosas muertes aparecieron en los titulares:
Cuchard Carter y la maldición de la tumba del fumigador.

Habían sacado la palabra fumigador de una de las fotos que rescataron de mi cámara. Naturalmente, la comunidad de cucarachas no tenía ni idea de lo que significaba para vosotros un fumigador. Posiblemente fuera alguien importante, puesto que fue enterrado con un montón de libros sobre el futuro, y su cadáver era salvaguardado por un mortífero encantamiento.

domingo, 4 de mayo de 2014

La biblioteca

Hay épocas en las que es hora de cambiar de aires y mudarse de casa a la biblioteca.

Da igual que hayas llevado bien las asignaturas, de nada te servirá haber estudiado todos los días si no hincas bien los codos justo antes del examen final. Ya no se trata de entender los conceptos, si no de ser capaz de presentárselos al profesor tal y cómo él quiere. Saber no vale, más importante es demostrarlo.

Tú liberarás solo tus propias batallas, pero en la biblioteca al menos te sientes acompañado. Si estás sentado en la silla, las narices en los apuntes. Y si te levantas, alguien habrá dispuesto a enredar contigo. Es un buen sitio para hacer amigos

Y yo que me solía perder entre las estanterías e inundarme del olor a libro, a antiguo. Yo que saboreaba con mis manos los bordes desgastados y las esquinas pulidas de las historias y poemas de ayer, de hoy, de siempre. A mí que me gustaba sonreír cuando veía una novela fuera de su sitio, porque significaba que alguien los había tocado, que alguien más los había cogido.

Alguien se había parado a hablar con los muertos, tal vez solo un par de versos para dar sentido a lo que aprendió en literatura, tal vez solo le llamó la atención el título.


A lo mejor alguien lo ha descolocado a propósito bajo la promesa de irlo a buscar cuando la pila de papeles que le esperan sobre la mesa mengüe en tres o cuatro notas.

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