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viernes, 10 de febrero de 2012

De qué hablo cuando hablo de correr (Haruki Murakami)

He de reconocer, que leer este libro para mí ha sido como correr una maratón. Yo que soy capaz de merendarme más de ochenta páginas diarias, he tardado casi un mes en terminar sus poco más de doscientas. Sin embargo, ¿me arrepiento de haberlo leído? Naturalmente que no.

Siempre es sorprendente lo que se puede aprender de relatos así. Relatos que se escapan del marco estándar y nacen simplemente porque alguna vez tenían que nacer. Este es un cuento largo sobre una vida, contado a través de zancadas sobre la arena y ganas de superarse. No es algo que te suelas encontrar en las estanterías de una librería.

Realmente, no es un libro que yo recomendaría a todo el mundo. Gira en torno al hecho de correr, y al efecto que ello ha tenido sobre la vida del escritor. Si piensan en un nudo, en un principio y en un desenlace, olvídense, porque esto no es lo que están buscando. Si sin embargo buscan un libro sobre el esfuerzo, caerse y seguir adelante, debieran leerlo. No son más que experiencias sueltas y conclusiones varias de un novelista que se calza sus deportivas, y que en el rebote de sus pies encuentra algo extraño, que por muchas agujetas, dolores musculares o tiempo que le quite, no puede dejar de mirar.

Con todo, al tener mucho de ensayo y biografía, leerlo de cabo a rabo, se me ha hecho duro. Es más bien, algo que ha de leerse poquito a poquito, masticando cada idea antes de pasar a la siguiente hoja de papel. No como he hecho yo, tirándome a la piscina a lo bruto y sin pensar, encabezonándome en acabarlo cueste lo que cueste.

Es un buen libro para aquellos que corren o quieren empezar a correr. Ya van dos días en los que después de leer un par de capítulos, me enfundé el chandal y salí a la calle dispuesta a hacer footing. Sí, y también es un gran libro para personas que como yo decidimos de vez en cuando plasmar historias en el papel. Escribir es hacer una carrera de fondo, hay una victoria por ganar, claro que sí, pero la victoria más grande reside en cruzar la línea de meta, satisfecho con el camino recorrido.

martes, 10 de enero de 2012

Siddhartha (Hermann Hesse)

He decidido, abrir una pequeña sección de lecturas. Me gusta leer, en realidad, me apasiona. Me encanta empaparme de palabras y sentir en mi propia piel las historias de otros, aventuras que nunca viviré, sentimientos que jamás albergaré, locuras que jamás cometeré. Por ello, quizá mi mayor defecto en este campo, es que tiendo a devorar libros, apenas los mastico, apenas los digiero. Luego, me cuesta recordarlos, y olvido lo que aprendí de ellos.

Por todo eso, hoy levanto el telón y salgo al escenario para hablar de lo que otros escribieron, y acabó cayendo en mis manos

Siddhartha no es un libro largo. Siddhartha no enreda frases y tiene un estilo sencillo. Es un cuento, tal vez una fábula, una metáfora. Es una búsqueda de lo esencial, de lo importante de lo que da sentido. Nos habla de un joven que lo abandonó todo para encontrarse a sí mismo, que no quiso más maestro que la vida misma, que se entregó a la virtud y después al vicio, al placer y al sufrimiento, y finalmente al amor

Es, sobre todo, una novela de varias lecturas. En la primera tenemos una historia, en la segunda nos topamos con un filósofo, o quizás con más de uno. Seguimos al príncipe, al monje, al mendigo, al mercader avaro y al apacible barquero. Perseguimos al niño, al adolescente, a la madurez y a su vejez. Y todo esto en medio de lejanas tierras, a la sombra de árboles como cocoteros y bananos, en un mundo oriental que se abre a nuestros ojos a la vez extraño y maravilloso.

Personalmente, es la primera vez que alguien me acerca a Buda, no como algo ajeno y místico, sino como la persona, como el maestro que fue, y lo que influyó allá por donde anduvo. Hesse admiraba su figura, y como tal nos la presenta. No es el centro de la novela, pero sí su periferia. Y ha sido realmente interesante contemplarle con los ojos de un cuento, su forma de moverse, de hablar, de expresarse. Probablemente termine investigando más sobre él pro mi cuenta.

Este no es un libro que haya devorado, lo he leído despacio, con detenimiento, escuchando una a una las preocupaciones de Siddhartha, y aprendiendo con él, dejándome llevar por las vueltas y revueltas de su pensamiento, y sonriendo cada vez que encontraba su camino gracias a la sílaba Om. Al final, lo extraño y lo mágico siempre se descubre en las cosas más pequeñas.

Acabé abriendo este libro, porque dos personas me lo recomendaron un día. Ellos decían que les había cambiado la vida. Yo no me atrevo a hablar en tan grandes términos, pero sí es un libro que he leído con gusto, que no ha movido mis emociones, pero que me ha abierto las puertas a otras concepciones del mundo.

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