sábado, 23 de enero de 2010

Amadís de Gaula

Cuando me hablaban de los libros de caballerías, yo pensaba en el Quijote. En su momento fueron las estrellas del rock del siglo XVI, levantando pasiones y lágrimas, pero sobre todo revitalizaron unos ideales que se estaban perdiendo como la defensa de los débiles o el amor cortés hacia la dama,y gracias a Cervantes, el único género clásico con el que soñaron pobres y ricos, quedó relegado al rincón de la burla y la parodia. Es cierto que los caballeros andantes a menudo actúan como soñadores ilusos y normalmente como completos idiotas, pero oye, ya sabían que seguramente iban a tener suerte.

A finales de la semana pasada cayó en mis manos una edición actualizada del Amadís de Gaula. Empecé el libro, leí dos páginas y lo siguiente que me pregunté fue dónde había estado ese libro toda mi vida. Había miradas de soslayo, flechazos, ideales perdidos, sueños y aventuras de leyenda, había promesas y esperanzas y una ridícula sensación de que todo iba a salir bien, aun cuando las estadísticas digan lo contrario. Para quienes no lo sepan, Amadís a día de hoy sigue sin morir, se hicieron más de diez continuaciones de los primeros libros y en varios idiomas, sólo un autor castellano se atrevió a mandarlo a la tumba, y la reacción de los lectores fue tal, que el autor y la obra quedaron relegados al olvido.

En toda la novela, hay más personajes que páginas, lo que me lleva a pensar seriamente si el escritor se creería que existía la posibilidad de que el lector se iba a quedar con todos los nombres. No existe un hilo narrativo definido y hay una cierta idealización del género humano reflejada en las múltiples muestras de caballerosidad exagerada de la historia. Otra de las cosas que más me ha llamado la atención fue el poco aprecio que el caballero siente por su caballo, a la mínima de cambio, dice ya y lo cambia.

Recuerdo cierta ocasión, en la que el caballero andante sin tener ninguna razón especial para hacerlo, se sienta en una piedra y se echa a llorar gimiendo por la ausencia de su amada a lágrima viva, tanto es así que su escudero se vergüenza de verle así y le pide que se recomponga. Luego Amadís se enfada y llega incluso a amenazarle con la muerte por no comprender su amor por ella.

A pesar de todo, leer el Amadís de Gaula es un recorrido hacia atrás en el tiempo. Puede que sea idiota, tonto de remate, excesivamente inocente y un idealista de cuidado de los que te atraviesan con la espada si no se piensa como ellos, y sin embargo... es un caballero andante, con principios sólidos, seguridad, valentía, honradez, dulzura y lealdad a todo ello. Los libros de caballería son novelas llenas de suerte, estupideces, fantasía y buena voluntad.

Seamos sinceros, ¿quién no ha soñado nunca con el amor puro y firme de un caballero? ¿y quién no ha soñado alguna vez con realizar épicas que demuestren que se tenía alguna finalidad en la vida? ¿o quién no ha deseado luchar contra el mal o superarse a sí mismo realizando imposibles?

¿Quién no se ha imaginado alguna como algún personaje de los libros de caballerías?

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