viernes, 28 de agosto de 2009

No hay por qué

Creo que no hay nada más hermoso que amar sin tener apenas motivos. Escoger de entre todos los árboles, no al más alto ni al más pequeño, ni al más verde o frondoso, sino a aquel que sin destacar sobre los otros, oculto a simple vista, por puro instinto te atrapa y te desconcierta. No tienes razones de peso para sentarse a su sombra, y sin quererlo, lo haces, habrá otras mejores y con más mullida hierba, y lo sabrás pero no irás. Porque ese es TU árbol, y aunque sea anodino, mustio o sombrío, tiene algo que no sabrás explicar y si te fueras, lo llamarías traición. Si extrapolamos el tema de los árboles y lo llevamos a pueblos, personas o animales, quizá podamos entender cómo el ser humano es capaz de creer en lo imposible y de defender lo que llevado fuera de su contexto resulta irracional. Esos detalles efímeros y quizá inútiles que clavan sus garras en el alma y terminan por formar parte de ella nos hacen quienes somos. Y cuando llega el hedor del olvido termina por desgajarse una parte de ella.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Mirar las estrellas


Nunca supe cuándo ni cómo llegó, cuánto tiempo llevaba allí quieto espiándome o qué fue lo que pensó de mí en esos instantes. Se acercó a mí por detrás, con el sigilo de un gato, lentamente. Tanto, que aún estando yo alerta, no me percaté de su presencia. Solo le vi cuando por un soplo de casualidad, giré la cabeza y allí estaba. Se tuvo que oír como mi corazón se paraba y volvía a su trabajo con más fuerza, mis ojos se abrieron de par en par y una oleada de pánico me inundó el pecho. Volví a mirar al frente, imaginando que se marchaba o que tan sólo era una jugarreta de mi mente, con mis latidos totalmente desbocados

-¿Qué haces?-preguntó una voz sorprendida a mis espaldas, con un timbre suave y dulce, grave y armonioso en la noche, como el susurro del viento o el raspar de las olas en la arena.

Algo raro ocurrió en mí, algo que me hizo actuar de forma poco corriente. Me embargaba una misteriosa sensación de seguridad y misterio, de hechizo y ensueño, tal vez mágica.

Lentamente alcé la vista hacia donde se encontraba. Estaba demasiado oscuro y apenas pude definir sus rasgos. Era alto, más aún que yo, vestía ropas oscuras y su silueta era delgada. Tenía el pelo corto y se reflejaba castaño, los ojos muy grandes y me miraban fijamente.

Mis labios fueron cautelosos y decididos esta vez, impregnando mi voz de un extraño desafío.

-Mirar las estrellas

Esas fueron exactamente mis palabras.

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