viernes, 8 de enero de 2010

Trece uvas

Un coche bailaba sobre la carretera, donde no suele nevar, nieva y de Zamora a Salamanca nos saluda una ventisca. Como un banco de peces blancos y como cientos de gaviotas surcando la noche helada, sufrimos la bienvenida a la ciudad dorada de manos de unos copos de plata.
Bajé del coche y puse mis pies en la acera. La nieve se derrite en mi nariz, emocionada cojo mi móvil y marco un número, ¡Marta, en Salamanca está nevando! y luego el viento calla. Silencio. Y luego de nevar, para.
Dicen que si el año llega con nieve será un año de bienes, pero... ¿qué pasa si esto ocurre antes de despedirse? ¿y qué ocurre si el 2009 no nos regala nada bueno antes marchar?
Maldiciones, las justas; y sin embargo, al sonar la penúltima campanada en mi plato aún quedaban dos uvas, con los tres segundos que nos dan entre cada din y don apenas hay tiempo para pensar, de modo que con la última campanada ambas fueron a parar a la boca.
Sospecho que este año se me ha presentado con trece uvas de la mano, sólo espero, que si no puede ser bueno, que al menos sea interesante.
Feliz 2010.

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