He decidido, abrir una pequeña sección de lecturas. Me gusta leer, en realidad, me apasiona. Me encanta empaparme de palabras y sentir en mi propia piel las historias de otros, aventuras que nunca viviré, sentimientos que jamás albergaré, locuras que jamás cometeré. Por ello, quizá mi mayor defecto en este campo, es que tiendo a devorar libros, apenas los mastico, apenas los digiero. Luego, me cuesta recordarlos, y olvido lo que aprendí de ellos.
Por todo eso, hoy levanto el telón y salgo al escenario para hablar de lo que otros escribieron, y acabó cayendo en mis manos
Siddhartha no es un libro largo. Siddhartha no enreda frases y tiene un estilo sencillo. Es un cuento, tal vez una fábula, una metáfora. Es una búsqueda de lo esencial, de lo importante de lo que da sentido. Nos habla de un joven que lo abandonó todo para encontrarse a sí mismo, que no quiso más maestro que la vida misma, que se entregó a la virtud y después al vicio, al placer y al sufrimiento, y finalmente al amor
Es, sobre todo, una novela de varias lecturas. En la primera tenemos una historia, en la segunda nos topamos con un filósofo, o quizás con más de uno. Seguimos al príncipe, al monje, al mendigo, al mercader avaro y al apacible barquero. Perseguimos al niño, al adolescente, a la madurez y a su vejez. Y todo esto en medio de lejanas tierras, a la sombra de árboles como cocoteros y bananos, en un mundo oriental que se abre a nuestros ojos a la vez extraño y maravilloso.
Personalmente, es la primera vez que alguien me acerca a Buda, no como algo ajeno y místico, sino como la persona, como el maestro que fue, y lo que influyó allá por donde anduvo. Hesse admiraba su figura, y como tal nos la presenta. No es el centro de la novela, pero sí su periferia. Y ha sido realmente interesante contemplarle con los ojos de un cuento, su forma de moverse, de hablar, de expresarse. Probablemente termine investigando más sobre él pro mi cuenta.
Este no es un libro que haya devorado, lo he leído despacio, con detenimiento, escuchando una a una las preocupaciones de Siddhartha, y aprendiendo con él, dejándome llevar por las vueltas y revueltas de su pensamiento, y sonriendo cada vez que encontraba su camino gracias a la sílaba Om. Al final, lo extraño y lo mágico siempre se descubre en las cosas más pequeñas.
Acabé abriendo este libro, porque dos personas me lo recomendaron un día. Ellos decían que les había cambiado la vida. Yo no me atrevo a hablar en tan grandes términos, pero sí es un libro que he leído con gusto, que no ha movido mis emociones, pero que me ha abierto las puertas a otras concepciones del mundo.