sábado, 22 de octubre de 2011

Dos alas de sueños

Merecías una vida grande.
Y que este tiempo no se te hubiese escapado.
Merecías un millón de aventuras y ver cumplidos un billón de sueños.
No ha borrado la nada tu voz alegre. Yo te tengo en una sonrisa.
No todo es bioquímica.
Todo no puede ser bioquímica.
Ojalá tengas en la espalda dos alas, para agarrarte a ellas y echar a volar.

lunes, 17 de octubre de 2011

Teorías

Bajo mi punto de vista, todo en esta vida surge de una historia encadenada, da igual que estés hablando de literatura o de bioquímica. Todo lo que ocurre es una gran historia, la gran historia del universo, en la que no sobra nada, falta de todo y se recompone por momentos. Un escritor no escribe sin sigo mismo, y por tanto todas y cada una de sus letras nacen de dentro de él, cada personaje o pensamiento, cada verso, cada cuento, todo parte de la misma raíz, y no serían los mismos si brotaran de otro sitio. Razón por la cual, en materia de escritura he terminado por acostumbrarme a todo, menos a que me lean en voz alta. El corazón se me para cuando escucho mis propias palabras en boca de otro. Porque aunque la garganta es la suya, es a mí a quien se oye, y verte a ti misma reencarnada en el cuerpo de otro es una cosa muy rara. Ese es uno de mis problemas, a otros simplemente les da vergüenza enseñar lo que con sangre de tinta imprimieron en un papel, cosa que por cierto, todo sea dicho, con la práctica se supera.
A mí, al principio, también me daba pánico ofrecerle a alguien mis textos, que son algo así como mis hijos, y cuando alguien se adentra en ellos, realmente se esta introduciendo en el interior de mis entrañas. Te ves de repente desnuda, y te hace falta mucha fuerzsa para sostenerle la mirada al público. Sin embargo, eso poco me importa ahora, de hecho, me encanta. Escribo cualquier tontería y me comporto como una niña de tres años que acaba de dibujar un círculo con cuatro palos y toda ilusionada corre hasta su madre y alegremente le dice "¡Mira, mamá! ¡Un corderito!"

miércoles, 5 de octubre de 2011

"Alea jacta est"

Al final, siempre llega el precipicio. Allí abajo, roca, piedras afiladas, abismo. Un vendaval ulula, grita, chilla, mueve las ramas, y de repente te habla. “Salta,” te dice, “entrégate a la caída, déjame envolver tu cuerpo y lo que pase después, no importa”. El suelo tiembla y se desgrana. La punta de tus pies ya se asoma al vacío. No hay un camino de vuelta, sólo puedes quedarte inmóvil o tratar de salvar la grieta. El tiempo corre en tu contra, la fosa es cada vez más ancha y profunda. Si no haces nada, vas a despeñarte. Y si haces algo y te equivocas, te despeñarás antes.

Y es entonces cuando te permites soñar. Quizás, y sólo quizás, si te pones con suficiente ahínco logres alcanzar la otra orilla. Quizás no esté tan lejos, y un salto te haga llegar. O quizás si obedeces al viento, este te sostenga y te haga volar. En tu orilla se desmorona la tierra, nadie puede vivir anclado al pasado. Quizás más allá haya auroras, quizás allí la luz sea más clara, quizás, dices con una sonrisa, allí te espere tu destino.”Idiota,” te susurra una sombra, “¿acaso crees que a todos les gusta su sino?”. Te hace dudar, pero tus piernas ya te han despegado del polvo. Te asustas y cierras los ojos, ¿quién has sido tú para ilusionarte? Extiendes tus manos y dejas que el aire te abrace, por debajo abre sus fauces un terrible y negro agujero.

Mas como dijo una vez Julio Cesar, “alea jacta est”, la suerte está echada.

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