lunes, 13 de febrero de 2012

Amigos.

Hoy vamos a hablar sobre mis caballeros andantes y mis doncellas en apuros. Aquellos que me devuelven a la tierra firme mientras me asomo al precipicio, y de aquellos que me hacen sentir que, de vez en cuando, sirvo para algo.

Amistad… qué palabra tan bonita. Qué aventura tan apasionante. Qué historia tan grande. De nada vale el amor cuando se acaba, ¿qué queda del corazón sino vacío? La sombra, el frío, la soledad, el abandono. Se endurecen los ojos y podrías desear no volver a ver a Cupido detenerse en tu ventana, y mucho menos a la misma flecha que todavía lleva tu sangre seca sobre su madera.

Sin embargo, a un amigo, siempre lo querrás volver a ver. Por mucha rabiaque te dé, por muy enfadado que estés, por mucho daño que haya podido hacerte. Por raro, estúpido o ingenuo que parezca, no se puede ceder al olvido. No se puede encerrar a un amigo por las buenas en el cajón de los recuerdos, se retuerce de mala manera y se termina escapando de nuestras manos.

Un amigo de verdad no es algo que socave el tiempo. Algunos hay que se van sin mirar atrás, y de vez en cuando vuelven para arrancarte una carcajada. Otros no quisieron irse, desaparecieron mientras sus dedos aún se aferraban a los nuestros, no volverán a hablar, ni aun siquiera respirar, pero no existe la muerte en la memoria. Y los hay que no se van, que se quedan, que te discuten, que te pican, que te tocan las narices, que te guardan secretos, que te llevan de excursión a ninguna parte, a los que esperarías horas y horas bajo la lluvia, que se ríen de tus caídas y luego te ayudan a levantar, que te recordarán hasta la saciedad tus errores, haciendo de ellos tus superpoderes particulares.

Dispuestos a apuntarse a bombardeos, a llevarte la contraria, a quitarte la razón si no la tienes, y a dártela cuando lo necesites, a defenderte del cualquier peligro, aunque sea imaginario, a ser payasos, maestros de la vida, héroes en potencia, filósofos, críticos literarios, aventureros, soñadores, abogados. Amigos.

viernes, 10 de febrero de 2012

De qué hablo cuando hablo de correr (Haruki Murakami)

He de reconocer, que leer este libro para mí ha sido como correr una maratón. Yo que soy capaz de merendarme más de ochenta páginas diarias, he tardado casi un mes en terminar sus poco más de doscientas. Sin embargo, ¿me arrepiento de haberlo leído? Naturalmente que no.

Siempre es sorprendente lo que se puede aprender de relatos así. Relatos que se escapan del marco estándar y nacen simplemente porque alguna vez tenían que nacer. Este es un cuento largo sobre una vida, contado a través de zancadas sobre la arena y ganas de superarse. No es algo que te suelas encontrar en las estanterías de una librería.

Realmente, no es un libro que yo recomendaría a todo el mundo. Gira en torno al hecho de correr, y al efecto que ello ha tenido sobre la vida del escritor. Si piensan en un nudo, en un principio y en un desenlace, olvídense, porque esto no es lo que están buscando. Si sin embargo buscan un libro sobre el esfuerzo, caerse y seguir adelante, debieran leerlo. No son más que experiencias sueltas y conclusiones varias de un novelista que se calza sus deportivas, y que en el rebote de sus pies encuentra algo extraño, que por muchas agujetas, dolores musculares o tiempo que le quite, no puede dejar de mirar.

Con todo, al tener mucho de ensayo y biografía, leerlo de cabo a rabo, se me ha hecho duro. Es más bien, algo que ha de leerse poquito a poquito, masticando cada idea antes de pasar a la siguiente hoja de papel. No como he hecho yo, tirándome a la piscina a lo bruto y sin pensar, encabezonándome en acabarlo cueste lo que cueste.

Es un buen libro para aquellos que corren o quieren empezar a correr. Ya van dos días en los que después de leer un par de capítulos, me enfundé el chandal y salí a la calle dispuesta a hacer footing. Sí, y también es un gran libro para personas que como yo decidimos de vez en cuando plasmar historias en el papel. Escribir es hacer una carrera de fondo, hay una victoria por ganar, claro que sí, pero la victoria más grande reside en cruzar la línea de meta, satisfecho con el camino recorrido.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Tengo miedo

Tengo miedo. Y esas simples cinco letras suenan demasiado sinceras.

Tengo miedo. Y decirlo no lo aleja, ni lo esconde, ni lo cubre de niebla y viento.

Tengo miedo.

Y porque sé que está ahí, porque se sé que vive conmigo, yo no cierro los ojos. Lo observo, lo escucho, lo  siento.

Y le enseño los dientes.

Porque yo, hoy, tengo miedo.

Mi lista de blogs