Vacía, la cafetería de mi instituto es un rectángulo chiquitito, con un mostrador muy largo y una pequeña ciudad estado de sillas y mesas enanitas enfrentadas a él, en el que en cuando, algún profesor de alma solitaria se acerca al mostrador por la derecha, siempre por la derecha (la izquierda es para el vulgo estudiantil), pide amablemente un café.
Sin embargo la cosa cambia con el estallido del timbre, y cinco minutos después del inicio del recreo, la cafetería se convierte en una masa amorfa de personas que ya no son personas, sino balas que algún invisible pelotón de fusilamiento ha lanzado contra el regazo zurdo de la sala. La cola del alumnado es como una de esas puertas que de un lado están tratando de ser abiertas y que por el otro están tratando de ser cerradas, con lo que la puerta ni se abre ni se cierra, pero está a punto de romperse.
Para conseguir medio bocadillo de tortilla (en el caso de que te encuentres en la mano siniestra del habitáculo, porque si perteneces al profesorado más te conviene la diestra, que es mucho más civilizada mas a la que el pueblo llano tiene vetada la entrada) hacen falta dos virtudes. La primera consiste en ser capaz de conseguir un aliado para tus fines en el menor tiempo posible, pues gracias a él se pueden ahorrar unos preciosos veinte céntimos, has de ser rápido y audaz en esto ya que sigue la ley de las rebajas, el que lo vea primero se lo queda, y tú allí solo y marginado, estarás con veinte céntimos menos, o en el peor de los casos si no tienes suficiente en los bolsillos y tus amigos no hacen de prestamistas, con hambre. La segunda comprende el valor necesario que implica enfrentarse a la Cola, en la que se ve a muchos entrar y pocos salir con comida, ya que muchos caen en el intento (generalmente los de primero de la ESO que tienen poca práctica) o simplemente les falta paciencia y se van a la fila de profesores de la que normalmente son echados. Para conseguir nuestra meta hay que olvidarse del honor y abrirse paso hasta la barra a base de empujones y codazos, pues doy fe de ello, ya que el turno en el ala izquierda de la cafetería se rige por la ley de la selva, será para el más fuerte, no para el que llegue primero.