Ella tenía los labios salados. La luna llena se miraba en el espejo que las lágrimas se olvidaron en sus mejillas. Entre sus manos un puñado de arena que se le escapaba poco a poco entre sus dedos, como todo. Entre las telas de su vestido blanco, una flor; una carta y una flor.
Podía aún sentir el tacto del aire sobre su rostro, envolviendo luego su cabello. Entonces levantaba la cabeza y alzaba los ojos, las estrellas, curiosas, se apretaban con tal de reflejarse en sus pupilas.
La flor se desojaría con el tiempo, los días mustiaron sus pétalos y enmudecieron su belleza. La carta aún se guarda sellada, teñida de carmesí, todavía sin abrir en una pequeña caja de madera, con el sol y la luna en sus gravados y en una de las esquinas, una gota de sangre. La carta la había escrito ella, y aún hoy las letras continuan legibles.
Podía aún sentir el tacto del aire sobre su rostro, envolviendo luego su cabello. Entonces levantaba la cabeza y alzaba los ojos, las estrellas, curiosas, se apretaban con tal de reflejarse en sus pupilas.
La flor se desojaría con el tiempo, los días mustiaron sus pétalos y enmudecieron su belleza. La carta aún se guarda sellada, teñida de carmesí, todavía sin abrir en una pequeña caja de madera, con el sol y la luna en sus gravados y en una de las esquinas, una gota de sangre. La carta la había escrito ella, y aún hoy las letras continuan legibles.
"El día que nos volvamos a ver,
no habra luna
y el cielo se habrá escondido,
tú buscarás una estrella,
yo, un lucero"
2 comentarios:
HOLA! siento no haberme pasado antes...
Esta entrada es ESPECTACULAR!
me ha fascinado de verdad!
Un beso!
O.O Irene por dios santo, pero que maravilla. No estoy movida por los sentimientos que tengo por ti, esto es algo a parte, le doy la razon a Ayelish, es espectacular.
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