domingo, 5 de abril de 2009

Preludio nocturno


Hacía una noche preciosa, la luna había amanecido redonda y brillante, resplandeciente en la profunda penumbra del oscuro cielo, acompañada por su séquito de luces, llamadas también estrellas. Pero la inigualable belleza del manto nocturno en la soledad del mar, sin otra compañía que empañase su imponente semblante, estaba totalmente vetada para mí. No podía salir de aquella estancia que me oprimía, alejarme hasta la baranda que suponía la frontera entre la libertad del océano y yo, resbalarme entre sus barras blancas y sentada, disfrutar de la noche de las estrellas.

Era noche de baile. Era noche de amor. En la pista se arremolinaban parejas con las caras entornadas. Una mirada tímida tras otra, emociones dulces, apasionadas y también tiernas se concentrabas en aquellas gentes. Tan fuertes, que dolía su ausencia.

La sala era un acla y yo un pequeñopez amarrado en ella. Intuía bellos lugares por el fondo marino esperando ser descubiertos, increíbles maravillas de mil colores que el pez no podría visitar si antes no se libraba del ancla.

Y eso mismo fue lo que hizo. Acabé por salir de la estancia con una expresión de alivio en el rostro, sin despertar sospechas, asegurándome de que nadie me seguía. Claro, que, ¿quién iba a tener la intención de seguirme? ¿quién se iba a haber fijado en mí, si las únicas dos personas que conocía, bailando al son de la música se contemplaban ensimismadas?... o eso pensaba yo.

1 comentario:

Ayelish dijo...

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