miércoles, 6 de noviembre de 2013

Como el palomo a la paloma

Las llaman las ratas del aire, y para muchos merecen mucho menos respeto que los roedores, ya que además de arrastrarse, estas vuelan.

Las palomas piensan muy poco, quizás porque el peso de sus ideas les hace ladear la cabeza. Y pese a ello, nadie diría que son tontas. No sería la primera vez que alguna llega a la terraza de una cafetería y ante el asombrado cliente se lleva una patata frita de su mesa.

Pero, decidme, ¿alguien se ha parado en la linde del camino a ver al palomo  coquetear con la paloma?

Bajo aquel banco hay una linda palomita que parece despistada. No hay nada como un palomo enamorado. Para el palomo hoy no podría ser su gran día; hoy es su gran día.

Fija su objetivo. Hincha el pecho, ahueca las plumas, y antes de que la paloma quiera darse cuenta, le tiene como un toro embistiendo contra ella.

Para el palomo no existe el rechazo, solo oportunidades. Para el palomo no existe el despecho, solo el aquí, y el ahora, el tú me gustas, el ya puedes huir que yo corro muy rápido. No va amargarse pensando en el fracaso.

¿Y qué pasa si la paloma echa a volar sin rendirse a sus encantos? ¿Creéis que el palomo se va a un rincón oscuro a llorar su miseria? Él no pierde el tiempo.  Simplemente vuelve la cabeza y queda prendado de la siguiente pajarita. No existe la derrotoa, solo el siguiente asalto.
Más nos valdría enfrentar la vida como el palomo va hacia la paloma. Con el pecho hinchado, seguros, radiantes, soberbios. Que lo que importe no sea el resultado, sino dejarse la piel en el intento.



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