viernes, 11 de mayo de 2012

Cazadores de sueños


Tenían un sueño. Buscaban un poco de luz en la boca del lobo, y se han metido en su garganta. Huele tanto a humano que casi se esconde el olor a madera podrida. La barcaza es un juego de tetrix donde más de cien personas se apilan encima.
La arena de la playa está mojada y no la han besado las olas. Allí ha llorado una madre mientras agitaba un pañuelo de colores. Un pedazo de su vientre flota a la deriva y no va a volver.
Tez tostada, casi negra. Su hijo mantiene el gesto orgulloso mientras se aleja de su familia. Bajo sus cejas de ébano hay dos estrellas. Una brilla hacia Occidente y se llama Ilusión. La otra no perderá de vista África ni aún cuando la orilla se vuelva una forma borrosa.
Dos días a bordo. En la barca hay una mujer que, a pesar del hacinamiento, no ha conseguido escapar del frío. Está embarazada. Escapa de una guerra que no es la suya ni la de su bebé. Allá a donde van querrán darles la espalda y dirán que son ilegales. ¿Su delito? Buscar un futuro que por su origen no les corresponde.
Una tormenta. La patera se tambalea. Se oyen gritos. Comienza a entrar agua. Nunca hubo garantías. No será la primera patera con la que se atraganta el Atlántico. Sus seres queridos no sabrán nunca que se hundieron entre las olas. Un hombre ha reconocido a la muerte, y al olvido, pero se niega a aceptar al silencio. Ha comenzado a cantar y a él se han unido otras voces. Su canción quedará en el eco cuando sus párpados se cierren.
Sus cuerpos descansan todos juntos en el fondo, los enterraron las sirenas.
Sobre la tumba colocaron una lápida. Sólo había un epitafio posible: Tenían un sueño.

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